Develan entierro con 3 mil 500 años de antigüedad que modifica la historia de Puebla
Publicado el diciembre 6, 2011, Bajo Nacional, Autor @gabriel_Mzuma.
Paula Carrizosa/ La Jornada de Oriente/ 06 -diciembre- 2011.
En pasados meses fue hallada en la casa marcada con el número 304 de la calle 4 Sur una rica ofrenda funeraria de más de 35 piezas entre cerámicas, espejos, pectorales de piedra verde y de concha, así como herramientas para trabajar la tierra. Dichos objetos estaban dentro de una vasija de barro y en conjunto constituyen parte del ajuar funerario dispuesto a un hombre y a una mujer, que fueron enterrados probablemente en la época preclásica, es decir, entre los años mil 500 y mil 200 antes de esta era.
El hallazgo, que fue presentado ayer en el marco del primer Congreso Internacional de Estudios Antropológicos sobre Puebla, forma parte del proyecto cultural La Casa del Mendrugo, y con él se revoluciona la concepción de la fundación de la ciudad, pues no sería colonial, sino que existirían antecedentes prehispánicos.
El arqueólogo responsable, Arnulfo Allende, determinó que los fragmentos pertenecen a una población relacionada estilísticamente con la cultura olmeca de la época preclásica, por lo que tendría una antigüedad aproximada de 3 mil 500 años.
Conforme continuaban las obras, el equipo encargado de realizar las obras que convertirán a La Casa del Mendrugo en un centro cultural halló un piso de manufactura prehispánica y otro tanto de pedacería cerámica indígena del periodo preclásico, también llamado formativo.
Por debajo de ese piso se encontró la olla de barro que en su interior resguardaba los 35 objetos, entre los que destacan un par de figurillas antropomorfas de piedra verde –posiblemente jadeíta– del estilo olmeca.
Al lado de la rica ofrenda se encontró una osamenta humana semicompleta y otros fragmentos de huesos –al parecer del cráneo–, de otro individuo. Los estudios del entierro estuvieron a cargo de otro equipo de especialistas conformados por Osvaldo Camarillo, antropólogo del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, y el equipo integrado por Dulce Sandoval, Édgar Morelos y Erika Olivares, estudiantes de la Escuela Nacional de Antropología e Historia.
En entrevista, explicaron que se trata de un entierro de dos individuos: un hombre y una mujer. Del primero sólo quedan los restos craneales y de la otra está la osamenta semicompleta, de la cual resalta una característica: al parecer su brazo izquierdo –hasta el codo– estaba inmóvil, por lo que fue colocado doblado y frente al pecho.
Tras varios estudios biológicos, se sabe que murió aproximadamente a los 55 años, una edad avanzada para la época, y que presenta varias lesiones: en las costillas y en las falanges, quizá por la artritis que padeció.
Sobre las piezas cerámicas, se trata de tipos y estilos reportados en el valle de Puebla–Tlaxcala de las fases Tzompantepec (1600–1200 antes de esta era) a Texoloc (500 antes de esta era).
Destaca que las figurillas antropomorfas y la pedacería cerámica fueron “matadas”, es decir, que formaron parte de un momento ritual de clausura. Este aspecto se identifica porque en su superficie resalta un orificio.
La Casa del Mendrugo, edificada con los “sobrantes” de la iglesia
El investigador Arturo Córdova Durana fue el encargado de develar la historia de La Casa del Mendrugo, quiénes habían sido sus propietarios y cómo fue construida. Para empezar, descubrió que la casa está ubicada en la traza española, por lo que desde un principio el predio fue incluido en los archivos de la ciudad.
De los propietarios se sabe que el primero, en 1534, fue el español Juan de Ortega, quien la vendería a Juan de Vizcaíno, canónigo de la catedral. A su muerte, sus herederos la venderían a la Compañía de Jesús un 5 de septiembre de 1571.
Desde esa fecha hasta 1860 perteneció a dicha congregación, como un conjunto de casas que eran rentadas por los religiosos para sufragar sus necesidades y para obtener mayores recursos que aplicarían en sus propiedades. Así fue que el edificio adquirió este nombre, ya que “fue construido con los sobrantes de la iglesia, es decir, con los mendrugos”, tal como explicó Arturo Córdova.
Al ser expulsada la orden religiosa, la casa fue administrada por la Comisión de Temporalidades. En tiempos del presidente Benito Juárez la casa pasó a manos de particulares, por lo que sufrió graves deterioros y modificaciones.
Incluso los últimos cambios realizados a mediados del siglo XX intentaron convertirla en una vecindad de 18 viviendas. Ahora pertenece a Ramón Lozano, quien la convertirá en un espacio cultural y “a donde los poblanos irán nuevamente a dejar sus mendrugos”, como bromeó el historiador.