Por la ruta de Sangre

Publicado el junio 1, 2011, Bajo Nacional, Autor MonaLisa.


Por José Gil Olmos / Mexico, D.F. / El Mañana -30 Mayo 2011

La ruta que cubrirá la caravana por la paz de Cuernavaca a Ciudad Juárez comprende más de 3 mil kilómetros y será una de las movilizaciones sociales más largas en la historia contemporánea del país. Los convocantes partirán de la capital morelense el 5 de junio y tras cinco días arribarán a territorio juarense, donde diversas organizaciones promotoras de los derechos humanos firmarán un Pacto Ciudadano.

Por su itinerario y el cúmulo de demandas que enarbolan sus promotores, la marcha será equiparable a la de la Dignidad, que inició el doctor Salvador Nava Calvillo desde San Luis Potosí el 28 de septiembre de 1991; la del Éxodo por la Democracia, encabezada por Andrés Manuel López Obrador desde Tabasco en 1991; las de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) hacia la Ciudad de México en 1995 y en octubre de 2006; las del subcomandante Marcos en 1999 y 2001.

Durante su trayecto, los participantes pasarán por el Distrito Federal, Estado de México, Michoacán, Guanajuato, Aguascalientes, Jalisco, San Luis Potosí, Durango, Coahuila, Nuevo León y Chihuahua, territorios en los cuales la delincuencia organizada actúa en mayor o menor grado.

El promotor de esta protesta social organizada, el escritor Javier Sicilia, dice enfático: “La intención es ir por donde están los corazones más adoloridos, romper ese miedo, ese cerco para abrazarnos y decirles a los señores de la muerte –estén donde estén, sean criminales o gentes en el gobierno coludidas con ellos– que no estamos solos los mexicanos”.

El también colaborador de Proceso comenta que será un evento de significados múltiples: “Es una movilización llena de signos, es la caravana del consuelo para un México en paz con justicia y dignidad”.
Será, puntualiza, una demostración de unidad y valentía.

También se trata, insiste, “de dar un mensaje abierto de esperanza y justicia frente a las miles de familias agraviadas durante la administración calderonista.
Esta marcha kilométrica significa continuar con este proceso de justicia que a muchas familias les fue arrebatada y que empieza con el consuelo, ese estar con la soledad del otro; romper el aislamiento y el miedo en el que nos habían sumido.

“Se trata, en suma, de continuar ese proceso visitando los lugares más adoloridos de la República para continuar dándonos el consuelo y saber que no estamos solos; de arroparnos, de sentirnos que somos todavía un país fraterno, un país que puede unirse en el dolor, en el amor para ir construyendo la conciencia ciudadana”.

Sicilia resalta la paradoja: esta caravana por la paz se realizará en medio de un clima de violencia y muerte, de ahí que tenga doble mensaje: uno para el gobierno y otro para los criminales.
“Les queremos decir que estamos hartos de su guerra; de sus corrupciones; de que quieran humillar a esta nación.
La gente quiere vivir en paz y salir a la calle todos los días sin temor”.

El viernes 27 comenzaron a manifestarse signos de que hay grupos que buscan enturbiar el ambiente previo a la caravana.
Ese día circuló en Internet una carta apócrifa de Sicilia dirigida al presidente municipal de Ciudad Juárez, Héctor Murguía Lardizábal:
“No lo necesitamos.
No lo queremos cerca.
Es usted una persona con las manos manchadas de sangre.
Su carencia de honorabilidad nos podría manchar”, señala la misiva, que desmiente Sicilia.

Se trata, dice, del inicio de una “guerra sucia que trata de poner en riesgo la caravana por parte de sujetos que tratan de socavar este esfuerzo ciudadano”, y refiere que es una obligación del Estado velar por la seguridad de los ciudadanos y del territorio.

Puntualiza: “Esto no puede seguir.
Son muy irresponsables.
Es de una vileza atroz estar firmando con el nombre de otra persona.
Todo lo que yo firme y envíe siempre va a estar en esta tónica de los seis puntos de nuestra demanda”.

Hacia un movimiento nacional
Desde hace dos semanas, organizaciones civiles de las 12 entidades por las que cruzará la caravana han discutido en torno a los seis puntos del Pacto para la Paz que se firmará en Ciudad Juárez el 10 de junio: verdad y justicia por las víctimas y sus familiares; fin a la estrategia de guerra y asumir un enfoque de seguridad ciudadana; combatir la corrupción y la impunidad; combatir la raíz económica y las ganancias del crimen; atención de emergencia a la juventud y acciones efectivas de recuperación del tejido social; democracia participativa y democratización de los medios de comunicación.

Todas esas organizaciones tienen claro que el documento es de ellos y para ellos; tienen presente aún la advertencia de los juarenses sobre el fracaso del programa gubernamental Todos somos Juárez, auspiciado por el presidente Felipe Calderón; incluso optaron por dar dimensión nacional a su movimiento a través de las redes sociales.

Los puntos que más ponderan son: exigir al Ejecutivo federal que retire a los militares de la guerra declarada al crimen organizado y dar atención a las familias de las víctimas.
También han discutido la propuesta de Sicilia de que renuncie el titular de la Secretaría de Seguridad Pública, Genaro García Luna.
Dicen que él es uno de los principales responsables del clima de violencia en el país.

La caravana a Juárez es un paso hacia un pacto nacional, dice Sicilia.
En él deben estar las redes sociales, las organizaciones civiles, gente de a pie como la que apoyó las dos marchas realizadas a partir del asesinato de Juan Francisco Sicilia Ortega y sus amigos.

“No será una organización ciudadana de cortos alcances, sino una representación de carácter nacional.
El propósito es participar directamente en la transformación de las estructuras del Estado que están muy podridas y necesitan ser saneadas”, agrega.

Insiste en que la caravana a Juárez es una respuesta al agravio que han hecho los grupos del crimen y el gobierno al país y no sólo a ciertos grupos.
La marcha que organizó Alejandro Martí –por ejemplo, dice Sicilia– fue motivada por el agravio tremendo a los empresarios, quienes eran blanco de los secuestros.
Por lo que respecta a las grandes movilizaciones zapatistas de 1999 y 2001 que recorrieron todo el país, su propósito era advertirnos que “si no construíamos un México justo donde cupieran muchos mundos, alpaís se lo iba a llevar la desgracia”.
No les hicimos caso, dice, y ahora estamos en esta situación.

Hoy ya no se trata sólo del grito “¡Estamos hasta la madre!”.
Ahora, explica, se trata de trascender el consuelo que nos debemos en el amor y en el dolor.
Aquel clamor ciudadano no quiere ser sólo una protesta; exige una recomposición, una exigencia y una colaboración para reconstituir la nación.

“Es necesario recuperar un Estado de derecho que permita que los procesos ideológicos que se dan en una buena democracia puedan beneficiar al país más adelante”.

Con Calderón, diálogo pendiente
Mientras siguen los preparativos de la caravana el escritor y colaborador de Proceso dice que el diálogo público con el presidente Felipe Calderón, propuesto por la ciudadanía el domingo 8 en el Zócalo de la Ciudad de México, aún no tiene respuesta.

Dice que le desconcierta que durante la visita del presidente Calderón a Ciudad Juárez el viernes 20 haya habido un excesivo despliegue de tropas del Ejército por toda la ciudad, lo que inhibió las acciones sociales.

Ese día, relata, cientos de soldados y policías con armamento de ataque y vehículos militares sitiaron el primer cuadro de la ciudad, cercano al Museo de la Revolución.
Bloquearon el paso de vehículos y peatones con barricadas metálicas, mientras que el Estado Mayor Presidencial cerró todos los comercios de la zona sur y norte de la ciudad, pese a las protestas de los vecinos.

“Ese operativo fue un agravio muy fuerte.
Las víctimas están muy enojadas porque el Ejército montó ese día un operativo de represión.
Si (las autoridades federales) quieren un diálogo respetuoso, nosotros estamos pidiendo un buen mensaje.
Creo que la ida del presidente a Juárez, la manera en que llegó a esa ciudad, nos descompuso ese proceso.
La gente está muy indignada; cree que ir a dialogar en esas condiciones es simplemente ir a tomarse una foto y recibir las órdenes de las autoridades”, comenta Sicilia.

E insiste: “Nosotros estamos pidiendo que nos den un buen mensaje, poder trabajar con la gente y consensuar para llegar a un diálogo serio, profundo, en el que se tome en cuenta a las víctimas; se tomen en cuenta los equívocos de la estrategia en seguridad nacional, y crear, junto con la ciudadanía, una verdadera estrategia que contemple el retiro del Ejército, analice las causas de la ruptura del tejido social, así como la educación, el campo, el empleo, los salarios…”.

Y concluye: “La puerta del diálogo sigue abierta para encontrar consensos”.
Por ello, dice, ante el mensaje lanzado por Calderón desde Juárez el viernes 20, de que él tiene la fuerza, sentarse a dialogar con el Ejecutivo carece de sentido.
Lo que necesitamos, reitera Sicilia, es “un buen mensaje”.

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